GALLOS Y HUESOS – ROOSTERS AND BONES

 From Argentina comes this sequence of songs for five female voices and a baritone, and harp. The composer is Pablo Ortiz and the poems are by Sergio Chejfec.

 The poet writes: “The scene that the poems describe is marked by repetition: the meal in solitude, chewing the meat and gnawing the bones, to leave the bones in the sink in the kitchen, and permanent allusions to the physical and moral virtues of fighting roosters, and to the scenery and ambiance of the pits, obviously death. One of the points into which the poems delve is the morphology of the rooster. Do they have a back? What is neck and what is head? The text suggests that it has arms and not wings. The poems are organized as variations on leitmotifs.” 

 And the composer writes: “It is, at the very least, original, in terms of subject matter! I find that the almost obsessive, repetitive quality of the poems brings about different grey tonalities, with more or less luminescence (the harp, the high voices) and the occasional opaque moment.”

Pablo Ortiz is Ars Nova’s composer in residence for the 2012-13 season. Gallos y huesos will be recorded in February to complete a CD of his music begun last year with his Notker and Five Motets. He is Professor of Music at the University of California at Davis, and a specialist on the tango – as some of his music reveals.

Sergio Chejfec lives in New York City and his novels have been compared to the work of German writer W. G. Sebald. You can read more about him here.

 

Gallos y huesos

 

Si cuando cae la noche en la cocina

 Alguien se inclina

A mirar la pileta, verá

Que los huesos de gallo

Son mucho menos blancos.

El motivo es que no quedan limpios

Marcados para siempre

Por la carne

Turbia que los rodeó

Mientras el animal estuvo en pie

O hasta más tarde

Cuando uno

Servido o no de instrumentos

Desgarró la carne

Y puso el hueso

Del gallo al descubierto.

 

Comparados con los de vaca o de cordero

Los huesos de gallo son aves

De la oscuridad

Encubiertas y silentes

De inmóvil astucia

Inyectada en los ojos que sostienen

Un brillo escaso, nebuloso y opaco.

Al ver los huesos en desorden

Como un amasijo de restos

Uno piensa en la voracidad

La misma ferocidad del gallo

Mientras sus ojos afilados

No apartan la mirada

Y juran algo

Un destino de descanso

A ser obedecido

Cuando alguno de los dos

Al final cumpla

La promesa de aniquilación.

 

Cuando alguien con menor

O superior cansancio vierta

Los platos en la pileta

Quedarán las sobras

Del asado, del cordero

De las costillas o brazos del gallo

Que cada noche irradian

Su lustre opaco

Y apenas fulgurante

Un poco desparejo, porque

Los huesos de gallo tienden

A oscurecer entre los blancos

Y más fuertes de vacas

Y otros animales inmolados.

 

Ciertas noches de luz en la ventana

Se ven latir los huesos

Tornasolando ajenos

A la circunstancia

Como almas

Animadas apenas por un sueño liviano

Son los restos dejados

Desde tiempo atrás en la pileta

Con desgano, sin atención ni fuerza.

 

Considerando el tamaño del mundo

Los gallos serán siempre

Animales pequeños

Pero cuando el gallo espera

Sobre el plato

Con los huesos ocultos

Antes de entregar su carne turbia

Que sabe a presa silvestre

Que raspa las encías

Ese animal ha perdido el coraje

E hizo del tamaño, su rastro

Una cuestión menor, de vana

Trascendencia, un recuerdo afable

Que ignora

Si los hechos ocurrieron

Antes o después

De aparecer como recuerdo.

 

 

 Gallos

 

Quien ha visto la espalda

Triangular del gallo

Y el cuello prolongado

Que se convierte en pecho

No imagina sus huesos

Mezclados y en reposo

A lo largo de años

A la espera de la luz

Que por la noche los distinga

De los otros congregados

En la pileta

De vaca o de cordero

 

 

**

 

Huesos

 

Quien cada día

Ha comido su alimento

Y apartado los huesos

Probablemente sin saber,

Quien ha comido el alimento

Cada día, apartando los huesos

Sin recuerdo del gallo

O de otro animal

Probablemente sin saber

Recibe, como un golpe repentino

La sorpresa

Cuando observa el osario

Que duerme en la cocina, el seno

De la pileta como un pozo

De hondura imprecisa

Y siluetas sin formas

Señalado apenas por la luna

 

 

**

 

Gallos

 

Nadie era capaz de imaginar

Los huesos mezclados

En el revoltijo

Tampoco el que ha comido podía ver

Desde la talanquera

El futuro que esperaba al gallo

Aunque los ojos lívidos

Ya estuvieran acostados

Trazando la diagonal, dos puntos

De brillo parejo

Como marcas de un lápiz similar

Sobre la hoja blanca

 

 

**

 

Huesos

 

Quien ha visto el cogote

Del gallo devenido en hueso

Después de conocerlo erguido

O palpitante

No va a creer

Cuando lo encuentre roto

Y desarmado

En eslabones sueltos

A medias escondidos

Entre huesos mayores

Y más blancos que duermen

La siesta de los osarios.

A veces, al comer el gallo

Uno cree que algo sólido

Se clava en la encía

Firme como un nuevo diente

Buscando su lugar

Al principio considera

Que es cuello, por ejemplo

Una vértebra hundida

En la boca insaciable

Cuando en realidad es

El recuerdo de la espuela

Que sin estar sigue cortando

 

 

**

 

Gallos

 

El vacío del plato

Y la espera de los huesos

Recuerdan el silencio

Del gallo

Cuando piensa y no sufre

Concentrado en sus cosas

En la oscuridad

Sin hambre

Mirando firme

Listo para cumplir el juramento

De supresión

Lanzado desde tiempo atrás.

Sin embargo

Nunca sabremos lo que piensa

El gallo, cuando sumido

En su propia inquietud

El animal prohíbe ser mirado

A los ojos

No hace movimientos

Precisa que salgamos

De su vista, dejándolo

En paz para pensar

O lo que sea

 

 

**

 

Huesos

 

Alguien que sostiene el borde

Del plato en la pileta

Y ve los huesos

En uno y otro lado, los angostos

Apenas, o los anchos

Ondulados

Como una planicie

De quieto declive

Recuerda el gusto de esa carne

Y la confusión repentina

Cuando no supo si era gallo

Cuerpo, vaca, en todo caso

La antesala, el hueso blando

Que se convierte en osamenta

Al dejar de comer

 

 

**

 

Gallos

 

El gallo es de esos animales

Cuyos cuerpos descubren

La forma cierta de sus huesos.

Cuando vemos su cola

Demasiado emplumada

Como una flor enhiesta

O como un duro chorro líquido

Vemos también la espalda

Inclinada y su vértice

Por donde asoma

Tímidamente la prominencia.

Muchas veces se piensa

Que el cansancio del gallo

Se parece

Al cansancio de quien

Siendo de noche

Llega a la cocina arrastrando los pies

Y vuelca en la pileta

Los huesos tibios y roídos

Sin indicios de carne

Para que allí se amontonen y descansen

 

 

**

 

Huesos

 

Sin embargo

El cansancio del gallo

No se vincula

Con nada evidente

Es previo al juramento y anterior

A la tortura

De no poder ver a nadie

Sin enloquecer.

Si en ese cuerpo hay un resto

Se almacena callado

Es en cada espolón donde

Los gallos guardan la reserva

Moral que sin embargo

Les sirve de tan poco

Al final terminan sin aliento

Esa reserva

Los derrumba mucho antes

De la lucha, aunque algunos

Se enteren siendo tarde

Y otros no se enteren

 

 

**

 

Gallos

 

Cuando se tiene la carne

Turbia sobre el plato

Uno sabe

Que el hueso se esconde

A la espera de algo duro

Hierro o diente

Que lo marque e ignore.

Y cuando se deglute

La carne correosa

Uno siente que la boca

Lucha con un cuerpo pesado

No el propio, que siempre

Padece y transporta

Sino el gallo, todavía

Mas pequeño

De lo que ha sido

Frente al mundo mientras

Estuvo entero

Ahora bajo la forma de bocado

De insólito y creciente peso

 

**

 

 

Huesos

 

A veces, cuando el gallo

Para evolución

De sus pensamientos

Precisa la oscuridad más negra

Que pueda lograrse

Se distingue en la mitad

Del aire, erguido

En la noche

El luminoso cuello estirado

Del animal, brillando repentino

Y a la vez nítido

Como una mancha sorpresa.

Si alguien medita

En los soportes de esa larga

Espalda, intuye

Los huesos inertes, las vértebras

Miniaturas de calaveras

Convertidas en guijas, entre

Piezas mayores, cuando

Reposan juntas en el silencio

Nocturno de la pileta

 

**

 

 

Gallos

 

Antes de cerrar los ojos

El gallo agita la cresta

Por última vez

Con un temblor ligero, apenas

Visible para quienes observan

Desde la talanquera

Y que solo descubren

Los compenetrados con la situación.

Los ojos del gallo producen

La famosa diagonal, el pico

Hacia abajo

Como un gran colmillo vencido

Adosado al cráneo, impone

Con su peso muerto

La inclinación que tendrán los ojos.

Comparada con la de vacas

Y corderos

La mirada del gallo es mucho

Más desquiciada

A veces uno se sorprende

Mirando fijo a un gallo

Y piensa en su escaso

Tamaño, en su manía

De penumbra y aislamiento

En su ofuscación, desvelos

Demasiado grandes

Para el exiguo peso

Y la poca

Densidad de sus huesos

 

**

 

 

Huesos

 

Años de acumular en la pileta

Una masa revuelta

De huesos que olvidaron

Excepto los turbios

La carne o animal donde antes

Se escondieron.

Quien contempla la osamenta

Bajo la luz nocturna

Y observa el tornasol que la recorre

Como una mancha en fuga, sabe

Que eso es el futuro

Y supone

Que los animales

Incluidos los gallos

En algún momento de la vida

Habrán pensado

Casi no hay ilusiones

Para nuestros huesos.

El silencio se adueñará de la cocina

El osario abundará en reflejos

Bajo la luz untuosa

De la noche de estrellas

Que se dibuja con un mismo lápiz

 

 

**

 

Gallos

 

Hace falta una lengua

Lejana para explicar

La novedad del gallo

Cuando en la arena se mantiene quieto

Sin movimientos

Mientras tan solo su cuello palpita.

Pasará poco tiempo

Hasta que los ojos tracen

La diagonal, la raya

Más corta e invisible

Que termina en el piso

Señalando el último deseo

Del animal, su merecido

Y débil anhelo

Un capricho sin fuerzas.

Es que la voluntad final

vacila siempre

El empeño es imperfecto

Y confusa la espera: quién

Cómo comprenderá al gallo

En sus instantes postreros

Para que el animal no sienta

Que ha muerto con tiempo

De sobra

Sin que nadie lo espere

Y a la vez con anticipación

 

**

 

 

Huesos

 

Quien se detenga en la cocina

A contemplar los huesos

El montón

De piezas blancas, grises

De un color viscoso, u oxidadas

Y de vario peso, tamaño,

Forma y diferente densidad

Verá las partes

De los gallos muertos

Luego comidos

Al igual que las vacas, corderos

Y otros animales inmolados

Cada uno con su color distinto

También, se supone

Con su particular deseo

Y pensará que los huesos

Se han divorciado

Sin dios que los vigile, ampare

Y reconozca.

Después vendrá

El retrogusto de la carne

Y el recuerdo del hueso

Embistiendo las encías

Como un gallo furioso

 

**

 

 

Gallos

 

Pero a la larga

El recuerdo es indistinto

Lo precisa el gallo

Es su aliento dirigido a olvidar

El pozo de huesos

Donde la espalda desarmada

Se confunde

con otras piezas rotas

Y sus brazos abiertos

Procuran rodear

Sin éxito el amasijo

Y en ese abrazo

A falta de mejor señal

Trazo, peso o recuerdo

Recuperar la vida.

Cuando es de noche en la cocina

Y la claridad lunar

Entra  por la ventana

Uno piensa en su alimento

Tan antiguo y próximo

En los restos apenas encendidos

Por el fósforo

Mostrando como un símbolo inútil

La poca vida conservada

 

**

 

 

Huesos

 

El animal se ha ido

Ni el destello, ni el silencio

Quedan en la casa

Ni el pensamiento

Más o menos desquiciado

Que alguien intuía

En la concentración del gallo

En la dura fijeza

De los ojos brillosos

Y el cuerpo tieso.

Decir que la osamenta

Es prueba, o decir

Que es resto devaluado

Es subrayar lo evidente

Algo más puede ser dicho

Pero es poco, apenas

La hipótesis de sobre vida

Que precisa el gallo

Para confiar en el recuerdo

Como si otro ser

Desde el fondo del amasijo

O mezclado con la luz

Nocturna, lo amparara

Y le dijera: eres el mismo

No hay diferencia

Te reconozco

Esa es tu marca

 

 

**

 

Gallos

 

Cuando se mira al gallo

Desde la talanquera

El piso oscuro

Donde tarde o temprano

Apoyará la cabeza

Con el cuello probablemente

Quebrado, uno piensa

Que la tierra del suelo

Aguarda disponible

Como una alfombra cuyo trazo

Secreto, también gastado

Alienta la lucha

Luego el miedo o la alarma

Y enseguida

La caída de brazos

El final o el abandono.

Apenas toca el piso

El gallo advierte

Que el furor sube

Se detiene en los espolones

Y alcanza rápido los ojos

Donde se concentra en la mirada

Se hace letal

Como sin alma

Así perdura, ni se tolera

A sí misma

Hasta que la alfombra

De nuevo la reciba

Cuando se apague

Y los ojos queden

Dibujando el trazo diagonal

 

 

**

 

Huesos

 

Quien ha visto la neblina

Que sube de los huesos

Deshacerse en sus colores

De amarillo y blanco,

Quien ha visto deshacerse

El humo que sube de los huesos

En sus colores de amarillo y blanco

Percibe el alabastro

De la luz nocturna

Que alumbra

El vapor antes contenido

En fisuras y resquicios

Cuando es liberado.

En la cocina, la pileta

Parece un cúmulo mortuorio

La callada pira de huesos

Humeando sin fuerzas

También sorda, a la espera

De la brisa que despeje

Y anticipe el olvido.

El adorado cuello

Del gallo se presenta

Entonces

Como una interrupción menor

Del tiempo inconmovible

Del hueso

Es pasado remoto

Prueba sin marca

Una pausa trivial

De la mirada o de algún gesto

Detenido

Sin mayor consecuencia

 

 

**

 

Gallos

 

Si alguien llega

Cansado a la cocina

Arrastrando los pies

Sosteniendo a duras penas

Las sobras

Con los pocos huesos que han quedado

De la última comida

Y se asoma a la pileta

Para volcar el plato

Ese alguien de encías laceradas

Por el roce de la carne

Pensará en los nombres

Ocultos de los gallos

Unos nombres que con toda

Probabilidad ignoraban

Y sin embargo conocían.

Porque uno presume

Que el gallo entiende

La palabra “yo”

La palabra “el”

En todo caso la palabra “no-yo”

O la palabra “no-él”

Y que al pronunciar

El animal no habla, solo piensa

En el acto que enseguida

Le dará nombre a su cuerpo

Un nombre anticipatorio

Que adelanta la acción

Ya superada una vez cumplida

Y por lo tanto urgido

El animal

De conseguir otro nombre

Que lo bautice

Anuncie y justifique

 

**

 

Huesos

 

Uno piensa frente a la pileta

Que ese nombre ahora

Es solamente “hueso”

Y al contrario de lo ocurrido

Durante la verdadera

Vida pasada

Lo seguirá siendo

Aunque la luz cambie

La noche termine

O en algún momento

Nuevos restos de gallo

Dejen de acudir

Al túmulo.

Los gallos buscan

Una posición permanente

Para acechar y pensar

No toleran su propia respiración

Sueñan con sus mismos huesos

Saben que la oscuridad

Sería algo

Aproximado a la nada

Sin una ventana

Por donde llegue la luna

Y se entregan

Al próximo pensamiento

Como un reloj que av

Roosters and Bones          

 

If when night falls in the kitchen

Someone leans over

To look in the sink, he will see

That the rooster’s bones

Are much less white.

The reason is that they don’t remain clean

Marked forever

By the dark

Meat that surrounded them

While the animal was walking

Or until later

When one

Supplied or not with instruments

Ripped the meat

And left the rooster’s

Bone out in the open.

 

Compared with those of a cow or a lamb

The rooster’s bones are birds

Of darkness

Uncovered and silent

They are of an inert shrewdness

Injected into eyes that hold

A limited shine, cloudy and opaque.

Upon seeing the bones in disorder

Like a jumble of leftovers

One thinks of the voracity

The very ferocity of the rooster

While its sharpened eyes

Hold their gaze

And they swear something

A destiny of rest

To be obeyed

When one of the two

At last fulfills

The promise of annihilation.

 

When someone less

Or more weary dumps

The dishes into the sink

The leftovers will remain

Of the roast, of the lamb

Of the ribs or of the rooster’s wings

Which radiate every night

Their opaque luster

And just barely brilliant

A bit inconsistent, because

The rooster’s bones tend

To become dark among the white

And stronger ones of cows

And other sacrificed animals.

 

On certain bright nights one can see

Through the windows the bones beating

Iridescent alien

To the circumstance

Like souls

Faintly inspired by a fickle dream

They are the leftovers forgotten

Some time ago in the sink

Without appetite, without attention or strength.

 

Considering the size of the world

Roosters will always be

Small animals

But when the rooster waits

On the plate

With its bones hidden

Before handing over its dark meat

Which tastes like wild prey

Which scrapes the gums

The animal has lost courage

And it made of its size, its trace

An inferior question, of vain

Transcendence, an affable memory

That ignores

If the events happened

Before or after

Appearing as a memory.

 

  

Roosters 

 

Whoever has seen the triangular

Backside of the rooster

And the elongated neck

That turns into the breast

Doesn’t imagine its bones

Mixed up and resting

Over the years

Awaiting the light

That at night sets them apart

From the others congregated

In the sink

Of the cow or the lamb.

 

 

**

 

Bones

 

Whoever has eaten

On a daily basis their food

And separated the bones

In all likelihood without realizing it,

Whoever has eaten their food

Every day, separating the bones

Without remembering the rooster

Or the other animal

In all likelihood without realizing it

Receives, like a sudden blow,

The surprise

When he observes the ossuary

That sleeps in the kitchen, the heart

Of the sink like a well

Of indefinite depth

And silhouettes without form

Faintly exposed by the moon

 

**

 

 

Roosters

 

No one was capable of imagining

The bones mixed up

In the jumble

Neither could the one who ate see

From the edge of the cockpit

The future, which awaited the rooster

Even if its eyes, livid,

Were already accustomed to

Drawing the diagonal, two points

Of equal brilliance

Like marks from similar pencils

On a white sheet of paper

 

**

 

 

 

Bones

 

Whoever has seen the rooster’s

Neck turn into bone

After knowing it erect

Or palpating

Isn’t going to believe

When he finds it broken

And disarmed

In individual links

Half hidden

Among bigger bones

And whiter ones taking

A nap in the bone yard.

On occasion, when eating rooster

One imagines that something solid

Pierces a gum

Firm like a new tooth

Searching for its place

At first it believes

That it’s a neck, for example,

A vertebra sunken

In the insatiable mouth

When in all reality it’s

The memory of the spur

That missing, continues to cut

 

**

 

 

Roosters

 

The emptiness of the plate

And the bones waiting

Reminds one of the silence

Of the rooster

When it thinks and doesn’t suffer

Concentrating on its things

In the darkness

Not hungry

Staring firmly

Ready to fulfill the oath

Of suppression

Thrown at it since times past.

Nonetheless

We will never know what it is thinking

The rooster, when deep

In its own anxiety

The animal forbids its eyes

From being seen

It makes no movements

It obliges us to retreat from

Its sight, leaving it

At peace to think

Or whatever

 

**

 

 

Bones

 

Someone who holds the edge

Of the plate in the sink

And sees the bones

From one side or another, the narrow side

Barely, or the thick one

Rising and falling

Like a plain

Of quiet slope

Remembers the taste of that meat

And the abrupt confusion

When he couldn’t figure out if it were rooster

Body, cow, in any case

The threshold, the soft bone

That becomes a skeleton

When it stops eating

 

**

 

 

Roosters

 

The rooster is one of those animals

Whose body gives away

The true form of its bones.

When we see its tail

Too feathery

Like an erect flower

Or like a stiff stream of liquid

We also see the backbone

Bent over and its vertex

Where the protuberance

Timidly appears.

Many times one thinks

That the weariness of the rooster

Is like

The weariness of someone

Who at night

Arrives to the kitchen dragging his feet

And dumps into the sink

The warm and gnawed on bones

With no traces of meat

So they can pile up there and rest

 

**

 

 

Bones

 

Nevertheless

The weariness of the rooster

Isn’t linked to

Anything evident

It’s prior to the oath and precedes

The torture

Of not being able to see anyone

Without going mad.

If in this body there is a remainder

It stores itself silently

It is in each spur where

The roosters hold

Morals that nevertheless

Are useless to them

In the end they cease breathless

That reserve

Knocks them down much before

The fight, even though some

May realize it too late

And others may not realize it  

 

**

 

 

Roosters

 

When one has the dark

Meat on the plate

One knows

That the bone is hiding

Waiting for something hard

Metal or tooth

To mark and ignore it.

And when one swallows

The leathery meat

One feels that one’s mouth

Struggles with a heavy body

Not one’s own, which always

Suffers and transports

But the rooster, still

Smaller

Than what it has been

Up against the world while

It was whole

Now under the guise of a mouthful

Of unusual and increasing weight

 

**

 

 

Bones

 

Often, when the rooster

In order for its thoughts

To evolve

Requires the blackest darkness

That can be found

It stands out in the midst

Of the air, erect

In the night

The luminous neck of the animal

Stretched out, shining suddenly

And at the same time vivid

Like a surprise stain.

If someone meditates

On the supports of this long

Back, he intuits

The inert bones, the miniature

Vertebra of skeletons

Converted into pebbles, among

Larger pieces, when

They rest together in the nocturnal

Silence of the sink

 

**

 

 

Roosters

 

Before closing its eyes

The rooster shakes its comb

For the last time

With a slight trembling, hardly

Visible to those who observe

From the edge of the cockpit

And only those who are

Thoroughly familiar with the situation detect it.

The rooster’s eyes form

The famous diagonal, the beak

Turned downward

Like a long, defeated tusk

Embedded in the cranium, it imposes

With its dead weight

The inclination that its eyes will have.

Compared with that of cows

And lambs

The gaze of the rooster is much

More chaotic

On occasion one is surprised

Staring at a rooster

And one thinks of its slight

Size, of its obsession

With semidarkness and isolation

Of its blind rage, revelations

Too big

For its meager weight

And the lightness

Of its bones

 

**

 

 

Bones

 

Years of accumulating in the sink

A jumbled mass

Of bones forgotten

Except for the dark ones

Which before were hidden

In the meat or the animal.

Whoever contemplates the skeleton

Beneath the nocturnal light

And observes the iridescence that covers it

Like a runaway stain, knows

That that is the future

And he supposes

That the animals

The roosters included

At some point in their lives

Will have thought

That there are hardly any hopes

For our bones.

Silence will take over the kitchen

The ossuary will abound with reflections

Beneath the sticky light

Of the starry night

That draws itself with the same pencil

 

**

 

 

Roosters

 

A distant tongue is needed

To explain

The novelty of the rooster

When in the sand it remains still

Without moving

While only its neck palpitates.

Little time will go by

Until its eyes can trace

The diagonal, the shortest

And invisible line

That ends on the ground

Signaling the final desire

Of the animal, it’s deserved

And weak longing

A whim with no strength.

It’s just that the last wish

Always wavers

The effort is always imperfect

And the wait confusing: who will understand

How to understand the rooster

In its last moments

So that the animal doesn’t feel

That is has died with time

To spare

Without anyone waiting for it

And at the same time with anticipation

 

**

 

 

Bones

 

Whoever lingers in the kitchen

To contemplate the bones

The mound

Of white pieces, gray

A viscose color, or rusty

And of various weights, sizes,

Forms and different densities

Will see the parts

Of the dead roosters

Later eaten

Just like the cows, the lambs

And other sacrificed animals  

Each one with its distinct color

Also, one supposes

With his own particular desire

And one will think that the bones

Have divorced

Without god watching over, sheltering

Recognizing.

Later the aftertaste of the meat

Will arrive

And the memory of the bone

Will charge at the gums

Like a furious rooster

 

**

 

 

Roosters

 

But in the long run

Memory is hazy

The rooster makes that clear

Its breath edging toward oblivion

The well of bones

Where its back, defenseless

Is confused

With other broken pieces

And its arms open

Attempt to surround

Unsuccessfully the jumble

And in that embrace

Which lacks a stronger sign

Trace, weight or recollection

To restore life.

When it is nighttime in the kitchen

And the clarity of the moon

Shines in through the window

One thinks of his provisions

So ancient and then

Of the leftovers just barely illuminated

By a match

Revealing like a useless symbol

The little bit of life conserved

 

**

 

 

Bones

 

The animal has left

Neither the shine, nor the silence

Remain in the house

Not even the thought

More or less crazy

That someone perceived

In the awareness of the rooster

In the firm stare

Of its shining eyes

And its rigid body.

To say that the skeleton

Is proof, or to say

That it’s the devalued remainder

Is to highlight the evident

Something more can be said

But it’s little, barely

The hypothesis about life

That the rooster demands

In order to trust memory

As if another being

From the bottom of the jumble

Or mixed in with the night-time

Light, were to shelter it

And tell it: you are the same

There is no difference

I recognize you

That is your mark

 

**

 

 

Roosters

 

When one looks at the rooster

From the edge of the cockpit

The dark ground

Which sooner or later

Will bear the head

With the neck most likely

Broken, one thinks

That the earthen floor

Awaits prepared

Like a carpet whose secret

Trace, also worn

Encourages the fight

Then the fear or the alarm

And soon after

The fall of the arms

The end or the desertion.

Barely touching the ground

The rooster notices

That the uproar rises

It pauses at the spurs 

And quickly reaches the eyes

Where it concentrates on the gaze

It becomes lethal

As if soulless

Thus it lives on, it doesn’t even tolerate

Itself

Until the carpet

Once again receives the gaze

When it burns out

And the eyes linger

Sketching the diagonal

 

**

 

 

Bones

 

Whoever has seen the fog

That arises from the bones

Disintegrate in its colors

Of yellow and white,

Whoever has seen disintegrate

The smoke that arises from the bones

In its colors of yellow and white

Perceives the albatross

Of the nocturnal luminosity

That lights up

The vapor previously contained

In fissures and cracks

When it is liberated.

In the kitchen, the sink

Is like a funeral cluster

The silenced bone pyre

Smoking effortlessly

Also mute, waiting

For the breeze to clear

Waiting to anticipate oblivion.

The adored neck

Of the rooster presents itself

Then

Like a small interruption

Of the relentless time

Of bones

It’s remote past

Proof without mark

A trivial pause

In the gaze or some gesture

Arrested

Without greater consequence

 

**

 

 

Roosters

 

If someone arrives

To the kitchen drained

Dragging their feet

Bearing with difficulty

The leftovers

With the few bones that remain

From the last meal

And leans over the sink

To empty the plate

This someone with gums lacerated

From the rubbing of the meat

Will think of the hidden

Names of the roosters

Some names that most probably

They ignored

And yet they knew.

Because one presumes

That the rooster understands

The word “I”

The word “he”

In any event the word “not-I”

Or the word “not-he”

And that upon pronouncing it

The animal doesn’t speak, it only thinks

About the act that immediately

Will give a name to its body

An anticipated name

That brings forward the action

Already exceeded once carried out

And therefore the animal is

Driven

To find another name

That might baptize it

Announce it and justify it

 

**

 

Bones

 

One thinks facing the sink

That the name now

Is just “bone”

And contrary to what happened

During the real

Past life

It will continue being

Even though the light may change

The night may end

Or at some point

New remains of the rooster

May stop arriving
To the burial mound.

The roosters look for

A permanent position

To lie in wait and think

They don’t tolerate their own breath

They dream of their own bones

They know that darkness

Would be something

Nearing nothing

Without a window

For the moon to shine through

And they give in

To the next thought

Like a clock that advances